CAPITULO I
El Fotógrafo.
Llevábamos ya una hora de vuelo en una pequeña avioneta Cessna que planeaba sobre el Mar de Coral, en el norte de Queensland, Australia. Seguíamos una ruta definida desde la ciudad de Gladstone hasta la ciudad de Cairns en el norte de Queensland.
Despegamos con los primeros rayos de luz en la mañana con la idea de tomar algunas fotografías aéreas de la Gran Barrera de Coral. Bueno, digo la idea, porque realmente ése era el objetivo del viaje, mas no mi misión. Decidí tomar la avioneta porque había tenido un par de semanas bastante agitadas de trabajo en Indonesia y quería romper con la rutina y relajarme en un viaje lento y pausado sobrevolando las prístinas y calmas aguas del mar de coral.
A bordo estaba el piloto, un típico australiano de pantaloneta, zapatos de banda elástica y actitud descomplicada que mascaba chicle al ritmo en que se movía el aeroplano. En el asiento trasero, iba un fotógrafo de origen Sueco que había sido contratado por una de las compañías petroleras a las cuales yo representaba; era un hombre de aproximadamente de 1.90m de estatura, quien aparentaba más edad de la que realmente tenía, algo desaliñado, pelo largo y rubio en todas las direcciones y una barba de semana y media de no haber sido afeitada que le daba aspecto de suciedad.
Mientras el fotógrafo disparaba y disparaba fotos sin parar, yo me deleitaba observando por la ventana el majestuoso escenario, salpicado de manchas de coral que parecían colchones irregulares sumergidos bajo las aguas, de color púrpura profundo en medio de un mar celeste que contrastaba en el horizonte con un cielo mañanero completamente limpio y despejado. A la distancia podía distinguir una banda oscura que se movía en el océano de forma sincronizada y a gran velocidad, intrigado al respecto le pregunté al piloto:
—¿Qué es eso que se mueve en el agua? —a lo cual contestó, con ese acento típico Australiano y haciendo un ligero movimiento de cabeza:
—Son los atunes de cola larga que migran hacia el norte en esta época del año.
—Debe haber muy buena pesca en esta zona ¿¡Ah!? —pregunté de forma capciosa.
—La mejor del mundo —contestó y acto seguido preguntó— ¿A usted le gusta la pesca?
—No realmente, sólo tenía curiosidad de saber —repuse de forma desinteresada.
El piloto al escuchar esto respondió con un espontáneo ademán de hombros como queriendo decir ¡tú te lo pierdes!
A la llegada a Cairns, después de casi cuatro horas de vuelo, descendí de la avioneta y me dirigí rápidamente a tomar un taxi, no llevaba ningún tipo de equipaje y debía cumplir la cita que tenía a las 12:00 PM. Entonces sentí que me llamaban a la distancia.
—¡Señor!… ¡Señor! —Volteé mi cuerpo completamente, cuando vi que se acercaba corriendo el fotógrafo y me decía con acento trabado—: Perdón señor olvidé presentarme, estaba bastante ocupado disparando fotografías ja, ja, ja —soltó una desmedida carcajada que se encontró con mi seño fruncido y mi mirada de indiferencia.
Era evidente la falta de estilo de aquel hombre y su incapacidad para encajar coherentemente en un diálogo preliminar; además sentía en su aliento cierto aroma etílico que me hacia tomar cierta distancia de él, sin embargo el fotógrafo sacó del maletín donde guardaba sus cámaras, una tarjeta de presentación algo arrugada y me dijo:
—Le dejo mi tarjeta, yo soy fotógrafo profesional y he ganado varios concursos de fotografía, uno nunca sabe cuando pueda necesitar a un buen fotógrafo.
La verdad no habíamos cruzado palabra durante el largo viaje y pensé para mis adentros, por algo la compañía lo contrata, además como parte de la formación que se me había impartido, estaba el no subestimar a nadie pero a la vez mantener una posición de distancia con todo el mundo, por lo tanto con una ligera sonrisa dibujada en mi rostro tomé la tarjeta y le dije:
—Tenga por seguro amigo que cuando lo necesite lo contactaré —Eché un vistazo rápido a la tarjeta y leí Hans Magnusson fotógrafo profesional, levanté nuevamente mi cabeza y le dije—: Que esté bien. —Di la espalda y sin más explicaciones tomé dirección hacia un taxi.
CAPITULO IV
¡Despierta!.
Al siguiente día encontré a Hans tirado en la sala, rodeado de vómito y botellas de alcohol. Al ver tal escena, tomé un balde con agua fría y se lo arrojé encima.
El hombre, de un salto quiso ponerse de pie, pero sus piernas, todavía bajo el efecto del licor, le jugaron una mala pasada y se desplomó de nuevo al piso.
Lo tomé con fuerza de su camisa, lo arrastré hasta el baño y lo metí a darse una ducha de agua helada, le espolvoreé jabón en polvo, del mismo que se usa para lavar ropa, por todo el cuerpo y le lavé la mugre que no se quitaba hacia por lo menos ocho días.
Terminada esta operación le puse ropa limpia, lo senté en la mesa y le hice tomar un caldo y algo de comida que le había preparado.
Después de un tiempo, pareció reaccionar favorablemente y finalmente entrar en sí. Una vez en sus cinco sentidos, lo senté en una silla y le dije:
—Mira Hans, hoy, o superamos este impase que tenemos para seguir con nuestros planes o te prometo que te voy a asesinar.
El sueco reaccionó sorprendido a mis palabras, pero aún así seguía sin entender qué sucedía.
—¿A qué impase te refieres pordiosero?
Al decir estas palabras, observé cómo desviaba su mirada hacia una botella de whiskey que aún estaba sobre la mesa. Apenas vi esto, reaccioné con violencia; tomé la botella y la estallé contra la pared partiéndose en mil pedazos que volaron por los aires.
—A este impase me refiero, a tu afición por el trago… mírame idiota cuando te hablo —le dije esto tomándole la cara fuertemente—. Tú lo que eres es un pobre alcohólico, que no puedes dejar el alcohol por el sentimiento de culpa que te embarga.
Hans permanecía callado mirándome con ojos desorbitados mientras yo continuaba.
—Tú no eres apto para conquistar a Emily, porque no eres capaz de dejar esa maldita porquería, ¡despierta idiota simio! —le dije zarandeándolo por la camisa—. Eres un bueno para nada, desde niño has sido el más estúpido de los estúpidos.
Al oír esto Hans explotó con violencia y de un empujón me lanzó a varios metros de distancia y me gritó:
—¡No me hables de esa manera pordiosero intruso!
—¡Aaaah!... cuando te digo que desde niño has sido un idiota, ahí sí reaccionas —le lancé como dardo esa frase desde el piso a donde me había lanzado—. Eres un pobre alcohólico… puedes con mil prostitutas, pero te quedó grande una mujer valiosa de verdad como Emily.
Esa frase fue demasiado para él y dijo haciendo un gesto de odio profundo:
—Soy yo el que te voy a asesinar —y se me abalanzó.
Sin temor, antes de que me llegara, me paré y lo enfrenté diciéndole.
—¡Adelante mátame, pero te aseguro que eso no va a solucionar nada de tus problemas!... ¡Adelante!... ¡Hazlo!
Hans frenó en seco y se desplomó al piso en llanto… llanto que le salía del alma, el individuo quemaba su Karma con dolor y sufrimiento verdadero; al ver esto no podía dejar de pensar en mí mismo y la forma como había tenido que sufrir para enmendar mis errores, este mundo ciego al que nos habíamos metido era una mierda que llevábamos saboreándola durante siglos, sin percatarnos de su repugnante sabor.
No pude más que sentir compasión por aquel ser, así que yo también me desplomé junto a él y empecé a llorar a su mismo ritmo… estaba harto de todo esto, sólo quería ser feliz y dejar esta pesadilla atrás en la distancia.
Todos, absolutamente todos, los que hemos pasado por este planeta, hemos sido victimarios y víctimas al mismo tiempo, quien sea libre de culpa que tire la primera piedra… hasta el llanto de un asesino tiene un sentido y un significado más profundo del que nos podemos imaginar.
Viendo esto tomé a Hans, lo abracé y le dije:
—Amigo tú vas a vencer… ¡Adelante!, que sólo tú puedes juzgarte a ti mismo.